En
el primer día de clase, el profesor de: Introducción al Derecho,
entró en el aula y se dirigió a un estudiante sentado en la primera
fila:
―¿Cuál
es su nombre?
―Me
llamo: Nelson, Señor. ―Respondió él.
―¡Fuera
de mi clase y no vuelva nunca más! ―Gritó el catedrático de modo
muy áspero.
El
estudiante, desconcertado, se levantó, recogió sus apuntes y salió
de la clase. Todos los demás, estaban asustados e indignados, pero
por temor a represalias, nadie dijo nada.
―¡Muy
bien! Vamos a comenzar. ―Exclamó el profesor para seguidamente
preguntar:
―¿Para
qué sirven las leyes?
Los
estudiantes seguían intimidados por el agravio, pero poco a poco
empezaron a responder a la pregunta:
―Para
tener orden en la sociedad. ―Respondió un alumno.
―¡No!
―Dijo el catedrático.
―Para
cumplirlas. ―Afirmó otro.
―¡No!
―Negó tajantemente.
―Para
que las personas paguen por sus malas acciones. ―Dijo un tercero.
―¡No!
―Insistió el profesor.
―Para
impartir justicia. ―Dijo una joven con voz tímida.
―Muy
bien, y, ¿qué es la justicia? ―Volvió a preguntar.
Los
alumnos comenzaron a sentirse molestos con la actitud vil y déspota
del docente. Sin embargo, continuaron respondiendo:
―Es
salvaguardar los derechos humanos. ―Respondieron.
―Bien,
¿qué más? ―Preguntó el catedrático.
―Es
diferenciar el bien del mal, recompensando a quienes practican el
bien, y castigando a los que hacen el mal. ―Manifestaron.
El
profesor, en un tono más distendido dijo:
―Bueno,
no está mal, pero respondan a esta pregunta:
―¿Actué
correctamente expulsando a Nelson del aula?
Todos
los alumnos guardaron silencio, por temor, y nadie respondió. Pero
el docente insistió, que quería una respuesta unánime y sincera.
―¡Noooo!
―Contestaron todos a la vez.
―Se
puede decir: ¿que he cometido una injusticia? ―Preguntó el
catedrático.
―¡Sí!
―Respondieron ellos.
―Y
¿por qué nadie hizo nada al respecto? ¿Para qué queremos leyes y
normas, si no tenemos la voluntad necesaria de ponerlas en práctica?
―Preguntó el profesor―. Cada uno de ustedes, tiene la obligación
de protestar cuando sean testigo de una injusticia. ¡No vuelvan a
permanecer en silencio ante un abuso! Vayan a buscar a Nelson.
Después de todo, él es el maestro, yo tan solo soy un estudiante de
otro curso anterior.
―Y
recuerden que cuando no se defienden los derechos, se pierde la
dignidad, y en cuestión de dignidad, no cabe negociación.
Moraleja:
La dignidad es lo primero que tratan de quitarte, pero es lo
último que se debe perder (Anónimo).
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