Cedro

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domingo, 14 de mayo de 2017

Chivo expiatorio

Cuenta una leyenda, datada en la Edad Media, que un hombre virtuoso, fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer.

Aunque en realidad, el verdadero autor de la muerte, fue un poderoso, que pertenecía a la regia corte del país; que desde el primer momento, buscó un chivo expiatorio, que cargara con la culpa, para encubrir el asesinato.

El acusado fue llevado a juicio, con la convicción de que todo sería una farsa representación, y el terrible veredicto en su contra, no le daría jamás, la oportunidad de librarse de la horca.

El prevaricador juez, en connivencia con el poderoso, cuidó de que todo el proceso pareciera lo más justo posible, y para ello dijo al acusado:

Tu fama de hombre bueno y temeroso de Dios, te precede; así que vamos a dejar en las manos de Él, tu destino. Escribiré en dos papeles: culpable e inocente, y tu mismo escogerás uno de ellos, siendo la voluntad de Dios, la que te guíe.

El juez corrupto, escribió en los dos papeles, la palabra “culpable” y los dobló dando a escoger al hombre uno de ellos, que en ese mismo instante se percató de la trampa; y cogiendo aire, dejó pasar un leve tiempo, para luego con un ligero movimiento, coger uno de los papeles, llevárselo a la boca y tragarlo rápidamente.

Sorprendido el juez y todos los presentes, reprocharon al acusado lo que había hecho:

¿Cómo vamos a saber ahora lo que ponía el papel?

Muy sencillo, ―dijo el hombre―. Basta con leer el papel que queda, para saber qué ponía el que escogí.

Y el juez, airado y con malos humos, tuvo que dejar libre al acusado.


Moraleja: de juez prevaricador, nos libre el Señor.


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